Del cine al libro: Kamchatka de Marcelo Figueras

 


¿Qué es Kamchatka? ¿Dónde está?

Kamchatka es un país que no aparece en el planisferio tal como lo estudiamos en la clase de Geografía, porque es un país imaginario en el planisferio del TEG o Técnicas y Estrategias de Guerra. Este juego servirá para darle unidad al libro que cuenta la historia de Harry, un niño de once años en la Argentina del 76. El niño no se llama Harry, pero eligió ese nombre cuando fue arrancado de su casa, de su escuela, de su barrio, porque la vida de sus padres corría peligro; Harry es el hermano mayor de “el Enano”, el niño de prescolar que cuando está contento canta “oh curriemos con Gloria Muñiz”.

A diferencia de otros libros recomendados aquí, Kamchatka apareció primero como película y luego como libro, editada por Alfaguara. Marcelo Figueras escribió el guion de Kamchatka, que fue estrenada con éxito en España y fue elegida para representar a la Argentina como candidata al Oscar a la mejor película extranjera, protagonizada por dos grandes actores: Ricardo Darín y Cecilia Roth.

 

La novela empieza por el final:

“Lo último que papá me dijo, la última palabra que oí de sus labios, fue Kamchatka. Me dio un beso raspándome con su barba de días y se subió al Citroën. El auto se alejó sobre la cinta ondulante de la ruta, una burbuja verde que aparecía y desaparecía en cada lomada, más chiquita cada vez, hasta que ya no lo vi más. Me quedé un rato ahí, la caja del TEG bajo el brazo, hasta que el abuelo me puso la mano en el hombro y me dijo vamos a casa.” Este inicio en el final, en la despedida, se explica en el último párrafo del libro, pero eso se los dejo a ustedes.

Harry es un chico que como cualquier otro lee historietas de súperheroes, pero sabe que la única verdadera heroína es su madre, a quien idolatra, admira y respeta:

“Mamá siempre fue rubia para nosotros, aunque las fotos más viejas revelen que se volvió rubia con el tiempo. (…) Yo la veía lindísima. Todos los varones piensan eso de sus madres, pero debo decir, en mi favor, que la mía tenía la Sonrisa Desintegradora, un súperpoder por el que Stan Lee pagaría buen dinero. (…) Mamá podía recurrir a la Mirada de Hielo, el Grito Paralizador y, en el caso más extremo, al Pellizco Fatal. Para peor no le conocíamos talón de Aquiles alguno. Con mamá no  había kriptonita que valiera.”

Harry no entiende por qué huyen precipitadamente de su casa y se esconden en una quinta, pero desde su óptica entiende que:

“Si uno registra que sus mayores sufren por falta de trabajo o por destratos y sueldos de miseria, traduce que el mundo exterior es cruel y violento (eso es política). Si uno registra que sus mayores maldicen a ciertos funcionarios y dan la razón a ciertos opositores, traduce por empatía y concluye que los unos son malos y los otros, buenos (eso es política). Si uno registra la incomodidad  y el miedo físico que produce en sus mayores la simple visión de soldados y policías, traduce por empatía y concluye que, así como cada niño tiene sus monstruos, los nuestros visten uniforme (eso es política).

Kamchatka nos muestra la vida cotidiana de una familia militante en la oscura época de la dictadura, los miedos, los caídos, los desaparecidos; los silencios, los acuerdos tácitos; pero sobre todo nos relata, de una manera tierna y conmovedora, la construcción del vínculo padre-hijo, a través de las enseñanzas que ese padre que teme por su vida le deja a su hijo, a través del juego TEG, a través de los recuerdos; la huida a Kamchatka, un país imaginario sin soldados ni generales, es la forma que encontró Harry para curar las heridas.

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